Nuestra alma busca lo que hay en nuestro interior, los entrelazados del universo, la semilla, busca enraizarse en madre Tierra, busca que conectemos con ella con todo aquello que somos en su origen, el buen corazón, fuente de Amor infinito.
Busca que sanemos las heridas de abandono y rechazo recuperando nuestro poder esencial personal, y ¿qué es ese poder? Simple y profundamente amor a uno mismo, confianza y calma.
¿Es que acaso no hay amor hacia uno mismo? Pues claro que lo hay, lo hay desde una perspectiva un tanto limitada, por tanto, sufrimos o sentimos vacíos, sentimos soledad, nos duelen algunas acciones de otros, porque aún no comprendemos o alcanzamos a ver las dimensiones del amor en nuestro interior. Nuestra alma nos invita constantemente a expandir ese amor.
¡Bendito vacío! Bendito el momento en que lo sentimos, aunque no es agradable, si tan solo nos entregásemos, lo observáramos y escucháramos nos daríamos cuenta de que es una oportunidad para darnos cuenta. Darnos cuenta de quién realmente es nuestro Yo Soy, darnos cuenta de las estructuras de pensamiento y formas de relacionarnos con nuestro ser y los otros para liberarnos de lo que nos pesa y no nos aporta, para poder expandirnos.
Darnos cuenta cuántas veces evitamos el conflicto o vamos al choque, cuántas veces nos llenamos de explicaciones o justificamos todo, cuántas veces nos sometemos al abuso de poder en sus distintas caras, formas e intensidades, cuántas veces acallamos y relegamos nuestro ser por agradar a otros, cuantas veces nos inunda la rabia e incluso la ira silenciándola o expresándola, hiriendo a otros. Cuántas veces nos sentimos víctimas o sentimos decepción ante el mundo que nos rodea, cuántas veces asumimos el rol de salvador, salvadoras. Cuántas veces no sabemos pedir por miedo a ser rechazados, cuántas veces callamos decir te amo por miedo a no ser correspondidos. Cuántas veces buscamos afuera lo que necesitamos, anhelamos, añoramos. Cuántas veces mendigamos amor olvidando que somos amor. Cuántas veces nos molesta lo que vemos afuera sin comprender que aquello es nuestro espejo.
Todos añoramos el buen relacionar, añoramos amor y calma, añoramos el fluir en lugares y situaciones cálidas, acogedoras, contenedoras. Esperamos que algo ocurra afuera, nos quejamos de los demás y de los sistemas relacionales. Deseamos el cambio, sin embargo, no alcanzamos a vislumbrar el regalo de nuestro espejo. Todo aquello que es nuestro espejo es para nuestra propia transformación, está ahí para darnos cuenta y generar nuevas rutas de pensamiento, generar nuevas acciones internas y externas para nuestro alto bien. El dolor, la incomodidad, la rabia son emociones que están para generar movimientos internos, estos nos invitan a despertar, a ser alquimistas, magos y magas de la propia historia.
¿Por dónde comenzar? Reconocerme en las cuantas veces he estado en esos lugares en los que he acallado mi SER. Reconocerme en ese otro con amor, sin juicios, sin culpas. Me reconozco en ti, en eso que me molesta. Eso que me molesta es para observarlo en mí, en cuál dominio de mi vida habito esa forma, y ojo, no siempre es la misma forma, observa esa dinámica con esa energía, esa energía que genera determinada impronta. Reconocer aquella forma nos abre posibilidades. La reconocemos, entonces, ¿qué haré con esto? … pregúntale a tu alma.
El alma está conectada a la consciencia, a tu mente y a tu cuerpo, a su vez está conectada a tu Ser Superior, aquel que está entrelazado a la fuente de amor, a la sabiduría cósmica del universo.
Todo esto es un mismo cuerpo en distintas dimensiones dentro de nosotros. Les integramos en nuestro corazón, centro energético de AMOR. Al integrar nos expandimos en amor, nos envolvemos en amor, fluimos desde el amor. Me reconozco en mí, me reconozco en ti y podemos decirnos a nosotros mismos, visualizando nuestra trinidad Padre-Madre-Hijo, las palabras claves del Ho´ponopono “Lo siento, Perdóname, Gracias, Te Amo”, luego se lo decimos en nuestro corazón a otros, integrando a madre Tierra y a todo ser viviente que palpita en nuestro ser, colaboradores en nuestras experiencias de vida.
¿Qué anhela el alma? Que conectemos y recordemos nuestra fuente y esencia de Amor. Que integremos la dualidad en el corazón. Recordemos, no hay absolutos, hay posibilidades y variadas rutas. El alma anhela que nuestra mente salga del cubo, que podamos ver los lados y superficie de este, entonces, podremos darnos cuenta de nuestra propia geometría y que somos más que un cubo, múltiples formas y entrelazados de amor. Somos geometría Sagrada, conexión a la divinidad.
Que estas palabras lleguen a tu más alto bien y el de todos, recordando SOMOS AMOR.
Escuchemos a nuestra alma, conectando con nuestro Ser Superior que nos guía. Las respuestas están en nuestro interior multidimensional.
M. Alejandra Hammerschlag V
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