Luz y Sombra de la lealtad

Por aprendizaje cultural buscamos la luz negando y temiendo a la oscuridad. Aprendimos que la oscuridad es mala. Somos luz y sombra. Entendiendo la oscuridad como nuestras sombras, es el lugar donde están nuestros mayores recursos para nuestra propia evolución. Es necesario diferenciar oscuridad de maldad. La maldad es oscuridad total, son actos intencionados, carentes de consciencia y luz, es una fuerza imposible de tener conexión alguna con la luz. Mientras que nuestra zona en oscuridad o sombra es una dimensión interna del alma de gran riqueza, es donde nace cada semilla de luz en nosotros. Atrevernos a mirarnos y aceptar eso que nos incomoda o duele, es un gran paso hacia lo mejor de nosotros mismos. Cuando creemos que somos de tal manera y, sin embargo, los resultados que obtenemos son distintos a lo que esperábamos, probablemente es que una misma fuerza en nosotros está ubicada en su sombra. Cada emoción tiene su luz y sombra, nuestra vida es una danza en sus ciclos de luz y sombra. Pondré de ejemplo la lealtad, en la aportación de Luchy Mejía, maestra de las emociones.  En su luz “la lealtad da lugar al respeto, cuida los principios, la moralidad, y honra los acuerdos y compromisos establecidos” y en su sombra “la lealtad puede impedir reconocer que aquel a quién le soy leal, está en el camino equivocado. Puede impedirme elegir el camino contrario, silencia mi elección” La pregunta es ¿Cuán libre soy para elegir en lealtad? Si observo, que, estoy viviendo la lealtad desde la sombra, podré darme cuenta de la semilla latente de mi poder personal, me dirá “quiero desarrollar mi libertad para elegir, decidir y no someterme a nada y a nadie. Quiero ser leal en coherencia y respeto hacia mí y el otro, en lo que creo, siento, intuyo y decido” Veamos la rabia, es una emoción y una fuerza que en su luz nos mueve al cambio. Entender la rabia, mirarla, reconocerla y aceptarla en nosotros mismos nos abre un mundo de posibilidades. Nos muestra lo que consideramos injusto, lo que nos incomoda, lo que vemos y también lo que no queremos ver. En su luz nos movilizamos para el más alto bien, cuida, protege, muestra caminos conducentes. La rabia dentro de uno nos despierta y activa hacia la luz. Pero si la rabia la vivimos como un impulso reactivo, de ira, procurando hacer daño, herir, maltratar, es que estamos ubicados en la sombra de la rabia. ¿Cuáles recursos internos tendré que abrir con mi rabia? ¿Será, que, tengo que aprender y desarrollar la templanza, la empatía, la prudencia y asertividad? ¿Qué tengo que aprender de ella desde su sombra para llevarla a la luz? En la oscuridad están los recursos en estado primitivo, al mirar esos recursos estamos comenzando nuestra propia transformación. Esos recursos en estado primitivo están para darnos cuenta y evolucionar. La oscuridad y la luz es un circuito, es nacimiento y muerte, muerte y nacimiento, es primavera, verano, otoño e invierno. Un ciclo constante, dinámico, que, nos invita a entender y comprender nuestra propia naturaleza. Negar la oscuridad en nosotros mismos, o nuestras sombras, es negar el comienzo, nuestro nacimiento a un mundo de posibilidades, es negar una parte de nosotros mismos que pulsa para evolucionar. La luz es evolución, y para evolucionar hay que mirar de frente nuestra propia oscuridad, nuestras semillas en estado de latencia. Derribemos la creencia en su juicio que la oscuridad es mala. No es buena ni mala, simplemente es una fuente llena de recursos en estado de latencia. Un abrazo honrando el ser que cada uno es, en gratitud por el cariño de ustedes y sus comentarios.

 

Alejandra Hammerschlag V

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