Comparto con ustedes, cinco emociones que juzgo muy necesarias para lo que estamos viviendo como humanidad: Prudencia, Perdón, Reconciliación, Amor y Ternura.
A mi juicio, la prudencia va de la mano de las otras emociones, una conlleva a la otra. Parto siempre de la base y certeza, que, todo comienza por y para nuestro hogar interno. A partir de esto, todo lo que salga de nosotros hacia otros, será el reflejo y trato para con uno mismo.
Gobernar las emociones es saber administrarlas, darle estructura, saber combinarlas y dosificarlas, cuánto de esta emoción y cuánto de esta otra conjugaré, uniendo emociones que sean conducentes colocando foco para bien personal y de otros.
Administrar es saber reconocer el origen de la emoción, comprender que detrás de ésta hay una idea, un pensamiento, una vivencia y más emociones. Luego observar si ese pensamiento es sólido, verdadero o una verdad infundada, una verdad sostenida por pisos falsos, observar si es nutritivo o es destructivo, si está en su lado luminoso o sombrío. Observar si mi historia la vivo como víctima o protagonista. Cada uno de estos arquetipos generan emociones diferentes. Administrar es prismatizar las emociones con foco, teniendo clara la dirección, fuerza y templanza.
¿Qué elijo pensar? ¿Qué elijo sentir? ¿Lo que estoy pensando es en base a suposiciones? ¿Lo que estoy pensando es pensamiento propio o de lo que escuché y aprendí de otros? ¿Lo que pienso me nutre o desnutre emocionalmente? ¿Qué acciones tengo pendiente? ¿Qué necesito para dar ese paso? ¿Los cuentos que me cuento o lo que interpreto de lo que escucho y observo son victimizándome o dignificándome?
Para entender la administración, tenemos que comprender las emociones.
El perdón como emoción y acto nos regala cerrar un ciclo en relaciones o situaciones para construir una nueva historia. El perdón nos da tranquilidad en nuestra consciencia y es un bálsamo en las relaciones, dando lugar a la libertad. En su oscuridad, lo utilizamos para no hacernos cargo, evadiendo lo sucedido, haciéndonos parecer que estamos arrepentidos. Otro aspecto de la oscuridad del perdón es que asumimos “la culpa” de todo, pidiendo perdón. Esto nos lleva al sometimiento. Parte de la prudencia es darnos cuenta ¿Desde cuál lugar nos perdonamos a nosotros mismos y a otros?
La Prudencia es saber reconocer cuándo-cómo y a quién, en el qué decir o qué callar, el hacer o no hacer. Esta práctica nos regala libertad y buen juicio, acciones y decisiones. Nos invita al cuidado de nosotros mismos y en la relación con otros.
La sabiduría de la prudencia es nuestra aliada. Nos permite evitar decir o hacer de lo que nos arrepintamos por haber herido a otro y a nosotros mismos. La prudencia en su emocionar se acompaña y conjuga con el amor. La prudencia en su lado sombrío es limitante, dado que no nos permitimos ser espontáneos, tampoco expresar nuestro ser, dar una opinión.
Amor como emoción y acción es la unión común con otros, urde el tejido vincular. En su sombra, al carecer de madurez emocional, puede ser el arte y arma de la manipulación. Prudencia y amor en sus luces nos brindan la posibilidad de reconciliación.
La reconciliación como emoción y acción da lugar al perdón, porque nos permite aceptar y restablecer la armonía interna y la armonía con otros. En su sombra, la reconciliación en exceso puede disminuir la capacidad de autocrítica, obstruyendo la justicia, descuidando la prevención, dando lugar a la impunidad.
Si le agregamos ternura, como emoción y acción nos regala el cuidar-me y cuidar-te en un espacio seguro y cálido para conmigo mismo y para con los demás. La ternura, la prudencia, la reconciliación y el perdón nos brinda confianza. La confianza como emoción une, afianza y fortalece los lazos. Da paso a creer y a tener fe. Nos regala tranquilidad.
De pronto, quiero agregar la Resiliencia. La incluyo en esta reflexión, porque creo que está vinculada a todas las emociones anteriormente mencionadas. Como emoción y acción, la Resiliencia en su luz nos invita a levantarnos, a seguir adelante afirmándonos en nuestra fuerza interna. Nos invita a mirar el futuro para evolucionar y prosperar. En su sombra, queremos hacerlo solos. Nos ubica en la autosuficiencia impidiéndonos reconocer nuestra vulnerabilidad y nuestros propios límites.
¡Bienaventurado el que se reconoce y ama a sí mismo! Porque desde ahí podemos reconocer y amar a los demás. La sabiduría de la prudencia, de la reconciliación, del perdón, de la ternura y resiliencia, cada una en sí mismas y todas juntas es y son amor.
¡Aspiremos al bienestar emocional!
Un abrazo danzando con Prudencia
One Comment
Ariel
Gobernar las emociones….uff… eso tendrían que enseñarnos en el colegio, toda la etapa escolar…y posterior.
Recuperando el tiempo perdido con este Blog.
Gracias por esta iniciativa.
Un abrazo
Ariel